Uno de los textos de la bibliografía sugerida para el tema del Team X:
EL MANIFIESTO DE DOORN Team 10 El Manifiesto de Doorn fue elaborado en 1954 en el contexto de la primera reunión familiar del Team 10. En ella participaron todos los socios fundadores y el arquitecto Sandy Van Ginkel. Por lo tanto, corresponde a uno de los primeros escritos del recién creado Team 10. Por el hecho de ser un manifiesto aún se despliega a la manera de los escritos programáticos de los maestros. Pero esta actitud doctrinaria será abandonada inmediatamente y las actas de las reuniones del Team 10 se irán convirtiendo en colecciones de innumerables fragmentos y artículos. En el comentario que realizan los Smithson ya se anuncian ideas que desarrollarán en su libro Urban Structuring (1967): la consideración de cada «comunidad» en su entorno particular, la insistencia en la movilidad e intercambiabilidad dentro de la estructura de los barrios, etc... Team 10, formado por Jacob B. Bakema, George Candilis, Aldo Van Eyck, Alison y Peter Smithson, Gutman, John Voelker, William Howell y Shandrach Woods, fue creado en 1954 en el CIAM de Aix‐en‐Provence. The Doorn Manifesto fue redactado en Holanda en 1954, y en la presente antología se recoge también el comentario que Alisan Smithson añadió en su artículo publicado en Architectural Design de julio de 1956 titulado «Alternatives to the Garden City idea». Ambos textos fueron publicados consecutivamente en el Team 10 Primer, editado en 1968 en Studio Vista (G.B.) y en 1974 en MIT Press (USA). 1. Sólo tiene sentido considerar la casa como parte 8. La adecuación de toda solución se ha de dar en el de una comunidad, resultado de la interacción entre ámbito de la creación arquitectónica más bien que unos y otros. en el de la antropología social. 2. No deberíamos perder el tiempo en catalogar los elementos de la casa mientras no haya cristalizado la Holanda, 1954 otra relación. 3. El «hábitat» se ocupa de la casa particular en un Había llegado a ser una obviedad que la construcción tipo de comunidad particular. de ciudades caía fuera del ámbito del pensamiento puramente analítico —que el problema de las 4. Las comunidades son las mismas en todas partes. relaciones humanas no podía ser apresado en la red 1) Casa agrícola aislada. 2) Pueblo. de las «cuatro funciones». El Manifiesto de Doorn, 3) Ciudades pequeñas de varios tipos en un intento por remediar esta situación, propone (industriales/administrativas/especiales). lo siguiente: «Para entender las pautas de las aso‐ 4) Grandes ciudades (multifuncionales). ciaciones humanas debemos considerar a cada co‐ munidad en su entorno particular». 5. Estos tipos pueden observarse en la relación con ¿Cuáles son exactamente los principios a partir su entorno (habitat) en la sección del valle de de los cuales ha de formarse una ciudad? Los prin‐ Geddes. cipios de formación de una comunidad pueden de‐ 6. Toda comunidad ha de ser internamente cómoda ducirse de la ecología de la situación, de un estudio —ha de tener facilidad de circulación—; consecuen‐ de los aspectos humanos, naturales y construidos y temente, cualquiera que sea el tipo de transporte del que se trate, su densidad ha de crecer al ritmo de de su acción mutua. Si la validez de la forma de una comunidad se la población: por ejemplo: 1) tendrá la menor den‐ basa en las pautas de vida, el primer principio de‐ sidad, 4) la mayor. berá ser consecuentemente un análisis objetivo y 7. Hemos de estudiar, por tanto, qué viviendas y permanente de la estructura humana y de sus cam‐ agrupaciones son necesarias para generar comu‐ bios. nidades cómodas en los diversos puntos de la sec‐ ción del valle. Tal análisis no habría de incluir sólo «lo que acontece», «los hábitos del organismo, modos de vida y relaciones con lo que le rodea como, por ejemplo, vivir en ciertos lugares, ir a la escuela, acudir en medios de locomoción al puesto de trabajo e ir de tiendas, sino también "lo que motiva", las razones para ir a determinadas escuelas, elegir tal tipo de trabajo y acudir a unas tiendas concretas». En otras palabras, intenta descubrir unas pautas de realidad que incluyen aspiraciones humanas. La estructura social a la que el urbanista ha de dar forma no es sólo diferente sino mucho más compleja de lo que había sido antes. Los diversos servicios públicos dan a la familia cada vez más independencia del contacto físico real con el resto de la comunidad y la hacen cada vez más vuelta hacia sí misma. Dichos factores habrían de hacer, al parecer, incomprensible la aceptación mantenida de formas de vivienda y sistemas de acceso que difieren muy poco de los que satisficieron el sueño de los refor‐ madores sociales anteriores a la primera guerra mundial. Esto es, especialmente así, si consideramos la creciente utilización del automóvil. Hemos de dar por sentado que nos acercamos a las normas de movilidad americanas. Una acera que parte de una plaza urbana expuesta y mal delimitada es un nexo pobre entre un coche bien caliente y una casa con calefacción. En el diseño de los edificios y plantas urbanas en áreas tropicales se considera un método aceptado basar los principios generales del planea‐ miento en la consideración de los medios para paliar los malos efectos del clima y sacar partido a sus efectos benéficos. El clima de Inglaterra es lluvioso y frío durante unos ocho meses al año. Ello parecería requerir casas que proporcionen y, además, tengan la apariencia de proporcionar una protección gene‐ ral. Muros dobles, techos dobles, dobles ventanas, accesos cubiertos, patios cubiertos y secos y entra‐ das a ser posible cubiertas. El clima inglés no se caracteriza por su inten‐ sidad sino por su inestabilidad. La casa, por tanto, debería ser capaz de captar todo lo que pueda con‐ seguir del buen tiempo, recogiendo en cada habi‐ tación el calor del sol a través de ventanas orien‐ tadas al sur, y proporcionando accesos fáciles a pa‐ tios abrigados, jardines aterrazados o terrazas que puedan acomodarse sin pérdida de tiempo para apropiarse de los encantos de nuestro clima y luego cerrarse en un instante para desentenderse de él. Tal actitud respecto a la protección y al cambio debería guiar la forma de todo el plan de distri‐ bución. Toda situación nueva existe en el contexto de otras antiguas y debería dar un nuevo valor a las formas de las viejas comunidades, modificándolas. La idea de una comunidad equilibrada y autó‐ noma es tan insostenible teóricamente como cos‐ tosa desde un punto de vista práctico. El rechazo de una concepción así exige un cambio completo de actitud. El planificador no es ya el reformador social sino un técnico en el terreno de la forma que no po‐ drá seguir contando con centros comunitarios, la‐ vanderías comunitarias, salones comunitarios, etc., para disimular el hecho de que un asentamiento resulta en su globalidad incomprensible. Induda‐ blemente, en la planificación de una nueva situación se deberían calcular desde un principio las dimen‐ siones de la comunidad nueva en términos de pobla‐ ción, como hacemos aquí, con el fin de hacer posible la elección de un emplazamiento apropiado y la pla‐ nificación de los enlaces —carreteras, saneamiento, electricidad, etc.— con los sistemas existentes. Sin embargo, los anteproyectos de planificación municipal no pueden crear la forma de una comu‐ nidad nueva. Esa forma se genera, en parte, como respuesta a la ya existente y, en parte, como res‐ puesta al Zeitgeist —no susceptible de planifica‐ ción—. Cualquier adición a una comunidad, cual‐ quier cambio de circunstancias, generará una res‐ puesta nueva. Una faceta de esta respuesta es la escala —el modo como se organiza en su configuración la parte nueva para hacer que tenga sentido en el conjunto. Del mismo modo que el conjunto cambia con el añadido de partes nuevas, así también la escala de las partes habrá de cambiar con el fin de que tanto ellas como el todo continúen siendo una respuesta dinámica mutua. La escala tiene algo que ver con el tamaño, pero más con el efecto del tamaño. AD., julio, 1956, A.P.S.
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